Tampoco Adolfo Hitler gustaba de mezclar la política con su vida privada. Presentar a una mujer como primera dama, darle rango de esposa, le parecía seguramente ridículo. Contrajo matrimonio con Eva Braun, según se sabe, un día antes del suicidio de ambos, frente al fracaso total de Alemania.
Durante sus doce años de poder político jamás las enardecidas multitudes que lo aclamaron con vítores le conocieron mujer alguna. Ni siquiera Eva, con quien mantuvo una relación durante más de diez años.
Hitler prefería a las mujeres rubias. Cuando vio a Eva Braun por primera vez -él le doblaba la edad- acompañada de un famoso fotógrafo de la época, se interesó por aquella joven atractiva, alta, de ojos claros y linda sonrisa.
Los regalos que hizo el líder nazi a la alemana de Munich -además de elegantes casas y autos de lujo- fueron hallados en Baviera por el servicio de inteligencia de Estados Unidos mucho después de terminada la Segunda Guerra Mundial. Se trataba de un cofre que pertenecía a la pareja y que contenía decenas de álbumes con fotos de la vida privada y secreta de Hitler, un juego de plata del siglo XVIII valorado en un millón de dólares, un broche tasado en 50 mil, decenas de brillantes y varios millares de dólares en billetes.
Eva no era culta. Tampoco fue una intelectual. Apenas hablaba de política. Sufría la falta de reconocimiento público, y sobre todo las largas e interminables horas que debía esperar para ver llegar a su amante "tan envuelto en los asuntos de la nación y del mundo".
Eva Braun fue una mujer frustrada. En varias ocasiones intentó suicidarse, según explica en su diario, que muestra a una mujer poco madura emocionalmente, pero capaz de sentir una gran pasión por Hitler.
El diario abarca un período dramático de la historia alemana: la creación de un ejército, el anuncio
Relata las visitas de Hitler a su casa como "deliciosas veladas", y se queja y sufre cuando la deja sola o cuando demora en regresar de nuevo. En ocasiones no la visita en quince días. Entonces Eva llora sin cesar y se siente la mujer más desdichada del mundo. En ocasiones, cuando Hitler se marcha de Alemania sin despedirse de ella, la abruma la pena más honda.
Igual que la mayoría del pueblo alemán, Eva Braun sentía por Adolfo Hitler un amor obsesivo y enfermizo. En mayo de ese año, 1935, escribe en su diario: "El tiempo es delicioso y yo, la amante del hombre más grande de Alemania y del mundo, tengo que quedarme sentada en casa, mirando por la ventana". Las páginas de ese día concluyen diciendo: "¡Dios mío, si al menos él me respondiera! ¡Una sola palabra, en tres meses de ausencia! No hay esperanzas... ¡Si alguien viniera a ayudarme!".
Eva Braun tenía planeado tomarse una sobredosis de somníferos para encontrar la muerte, "una muerte segura"; pero pasó ese mes y continuó viva. Es de suponer que, avisado Hitler, acudió a su encuentro.
Eva Braun fue, sin duda, la persona que más fidelidad le brindó a Adolfo Hitler en sus años co
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